Hace ya varias décadas, cuando una gran empresa privada iba mal, esperaba ansiosa que el INI o cualquier otra entidad estatal fuera en su ayuda y quedara dentro del conjunto de las empresas públicas. Eran tiempos intervencionistas y donde la capacidad de inversión de la empresa privada estaba muchas veces limitada.
En paralelo se crearon los grandes hospitales públicos, las llamadas ciudades sanitarias (La Paz, La Fe, Ramón y Cajal…) que eran, además, refugio de la inversión en tecnología sanitaria en nuestro país.
Pero, de un tiempo hacia acá y más evidente en estos tiempos de crisis, vemos cómo el flujo se invierte. La política sanitaria se va dirigiendo en algunas autonomías, sobre todo en la Comunidad Valenciana, a ceder a entidades privadas la gestión de sus muy deficitarios centros públicos.
Debemos tener en cuenta, además, que en numerosos casos la inversión realizada hasta ahora no lo era como tal, sino que lo más habitual era la incorporación de aparatos y equipos modernos por cesión y consumo de prótesis o fungible a la industria.
Con los recortes de prestaciones y con la asignación de cuotas asistenciales y quirúrgicas no solo será complicado que la medicina pública pueda disponer de equipos actualizados, sino que incluso se puede producir el incumplimiento de compromisos con la industria, y la consiguiente retirada de aparatos y equipos.
Por otra parte la inversión en alta tecnología no sólo acaba en la adquisición en sí, sino que luego empieza el gasto corriente, con sus contratos de mantenimiento y su fungible, así como la renovación y mejora de unidades en los famosos upgrade.
¿Y qué hace la medicina privada en este escenario? Lo que ha hecho siempre, invertir y ser competitiva. Es su razón de ser y buena prueba de ello es la Oftalmología, especialidad médica de gran dependencia de la tecnología, tanto a nivel diagnóstico como terapéutico.
Los oftalmólogos asistimos ahora al inicio de una nueva era con la incorporación paulatina de los láseres de femtosegundo para la cirugía de cataratas. Será en pocos años el gold standard para este procedimiento quirúrgico, el segundo más frecuente en el mundo occidental tras el parto por vía vaginal.
Son dispositivos con una alto costo no solo de adquisición sino de fungibles y mantenimiento. ¿Qué hará la medicina pública ante este avance? Parodiando la famosa frase tenemos que decir que “ni está ni se le espera”.
A nivel privado, por el contrario, grupos como Innova Ocular y grandes entidades hospitalarias ligados a compañías de seguro médico empiezan a adquirir las primeras unidades de este avance tecnológico. Son conscientes que aun estando en los inicios de dicho avance, hay que estar ahí, ofreciendo a nuestros pacientes lo más vanguardista y seguro para el cuidado de sus ojos.
Asistimos, por tanto, a la inversión de papeles: si hace años la iniciativa privada tenía que ser rescatada por la pública, es ahora el momento en que la medicina privada va a suplir las carencias de un sistema público incapaz de afrontar ni los avances tecnológicos ni la renovación de sus dispositivos actuales.
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